domingo, 25 de octubre de 2009

Libertino enamorado.


Supiera cuánto lo deseo; la envidia que le tengo a todas sus perras, que si alguien supiera las maldiciones que echo en silencio, me estarían quemando en el infierno sin si quiera haber muerto aún; las veces en que he intentado decirle cuán tortuoso es tenerlo a mi lado sin poder poseerlo de cuerpo entero; la rabia que me provoca su vestuario ocultándole cuerpo tan divino. Me obligo a guardar silencio, casi olvido que somos amigos hace bastantes años.
Me hallaba trabajando, como de costumbre, en mi antigua y complicada caja registradora, los clientes pasaban sus productos, algunos al oír la cuenta dejaban la mitad de los productos en cualquier estante, entonces en mi mente solía gritar siempre “¡Mierda, por qué vienen si no llevarán todo lo que me están haciendo registrar en esta huevada”. Una tarde, casi al terminar el turno, miré hacia el café de mala reputación que está instalado en frente, justo lo divisé a él, a mi querido amigo y objeto de mis noches de insomnio y desesperación, otra vez me invadió una furia arrolladora, iba saliendo del local junto con dos tipas de botas blancas, grandes escotes y faldas que apenas les lograban cubrir sus gastadas almas; ellas lo besaban antes de que se marchara, mientras él les dejaba billetes entre los senos y a las muy putas se les dibujaba una sonrisa de ambición en el rostro, finalmente emprendió el paso y antes de ello le dio una nalgada a cada una mientras reía con placer. Cuando de repente miró desde el frente; me vio, pero rápidamente bajé la mirada y simule atender un teléfono, que por cierto, ni siquiera tenía tono. De pronto entró en la tienda, se acerco a mi caja, me saludó con un beso en la mejilla, platicamos sobre algunas cosas triviales, pero como siempre, oculté mi lujuria hacia él. Antes de que se fuera a su casa me invitó al bar que está a dos cuadras del supermercado. Acepté ir con él, pero con decepción, porque en cada ida al bar me dejaba botada por irse a coquetear con otras mujeres ebrias como él. De todas maneras le dije que pasara por mí a la hora de salida.
Efectivamente llego a recogerme a la hora exacta, como siempre. Caminamos lentamente por las cortísimas veredas, estaba muy locuaz, me hablaba de cada estupidez, le seguía desde un poco más atrás pues su aliento se hallaba revuelto de licores baratos. Pobre amigo, iba tan mareado, que a pesar de su aliento torturador lo tomé del brazo para que no siguiera haciendo el ridículo con su típico tambaleo de un lado a otro. Al llegar al antro, nos instalamos en la barra, él ordeno lo de siempre para los dos, un vodka con una gota de jugo de naranja. Después nos trasladamos hacia una mesa que estaba desocupada, estuvimos hablando más de una hora, y en mi interior sentía una paz enorme, ya que muy pocas veces me prestaba tanta atención en noches de fiesta, debido a que siempre entraba con pasos de cazador para vigilar a su víctima de la noche. Poco duró mi calma, de pronto fijó su vista en una tipa regia que estaba en la barra, sola y bien vestida para más remate. Por tanto, se paró de un brinco del asiento, casi olvidando su estado de borrachera, y me fije en lo enorme y misterioso que sobresalía tras su pantalón; eso que siempre deseé rozar con mi boca húmeda y dispuesta para él. Y así... me dejó sola como en todas las celebraciones sin sentido. Tenía un calor inmenso recorriendo mi cuerpo; calor que se extinguió luego de unas lágrimas que comenzaron a rodar por mi cara y caer de forma tenue en mi vaso de vodka. Un tipo rubio, de ojos clarísimos como el cielo y cuerpo moldeado a la perfección, venía fumando y se acercó a mí; me preguntó con amabilidad que me tenía tan angustiada, lo miré con desprecio y en forma de ironía le dije que estaba de maravilla y que sólo el humo de los cigarrillos me irritaba los ojos. El hombre aquel se sentó a mi lado, me acarició el hombro y me dio un golpecito en la espalda, suspiró largo rato, me dijo con una ironía mayor a la mía, que no le interesaban mis lágrimas, que sólo traía un par de preservativos en el bolsillo para ver si resultaba algo, rió unos segundos, y finalizó su monólogo concluyendo que con mujeres como yo no se podía intentar una conquista, pues estaba sumida en algo que no podía conseguir todavía. Sus palabras me congelaron el alma, puesto que era verdad; no podía hacer otra cosa más que imaginar cómo sería la lujuria entre yo y mi amigo. Se paró del asiento y se fue a tratar de seducir a la muchacha que estaba esperando el baño, utilizó el mismo sarcasmo de amabilidad que intento aplicar conmigo, al parecer lo consiguió, dado que la joven lo tomó de la mano con violencia, y lo hizo entrar al baño junto a ella, mientras él le trataba de desabrochar la camisa, dejándole un pezón al descubierto ... de ahí no supe más de esos dos inescrupulosos.
Me quedé bebiendo los últimos sorbos de mi trago, hasta que entraron en el bar un par de amigas de trabajo, me vieron al instante y les hice tímidas señas para que se acercaran a tomar asiento a mi lado. Me saludaron con euforia, noté en sus muecas que venían a buscar sexo al igual que la mayoría de los presentes en el lugar. Fueron a pedir cantidades desmedidas de diversos tragos, incluso algunos que jamás en mi vida había probado, bebí mucho, pero aún así estaba consciente, en cambio ellas... con tacones y todo se subieron arriba de la mesa a bailar la música de fondo, movían sus brazos de un lado a otro sin importar el poco sentido que tenía su danza, además se tocaban de cuerpo entero para provocar a los varones presentes. Unos borrachos de buena facha se acercaron a avivar el baile, y al cabo de unos minutos se armaron parejas mixtas, salieron del local y sentí como echaba a andar el motor de un auto y escuché las últimas carcajadas que dejaban mis compañeras al partir; otra vez sola.
Me retiré del bar, con una expresión neutra, era de madrugada, sin embargo, ya no sentía temor alguno de caminar sola, ya me había hecho la idea, desde hace tiempo, que en cada salida tendría que volver acompañada de mi sombra a mi solitario hogar. Caminé a paso lento por la plaza -por cierto, un buen atajo para llegar más pronto a casa- donde solíamos reunirnos en nuestra época escolar, divisé dos siluetas en una banca, no quise pensar lo de siempre, pero ahí estaba él de nuevo, tenía a una mujer arrodillada en frente, apoyada y pérdida entre sus fuertes piernas -supongo que era la misma perra que agarró en el bar-, mientras él la jalaba del cabello con furia para llegar a culminar con la acción desenfrenada, esta vez no me vería partir, ya que miraba hacia el cielo y sus ojos se encontraban desorbitados y sumidos en resistir tanta satisfacción. No quise presenciar escena tan horrible en la que yo no tenía arte ni parte, y un poco más allá me sucedió lo que no quería; todo el alcohol consumido me subió a la cabeza, me invadió un aire sofocante, las nauseas me venían con más frecuencia y junto con esa sensación me vino un asco al recordar aquel sexo oral que presencié; caí al suelo, comencé a vomitar algo sumamente ácido, me brotaban lágrimas con la fuerza que estaba efectuando para eliminar todo el veneno, apenas con un pañuelo que saqué de mi cartera me podía limpiar un poco. No podía recurrir a nadie a esas horas, hice todo el esfuerzo por ponerme de pie, aunque me sentía pésimo, logré llegar apenas a la puerta de mi casa, de lo mal que estaba me quedé dormida en la alfombra de mi living; hasta el otro día.
Sábado; al fin a llegado el fin de semana, me he puesto a escribir en mi diario de vida, debido al ocio me puse a leer en voz alta todo lo escrito -”Querido diario: Te cuento, aún no logro que tú sabes quien, se meta en mi cama desnudo y me quite las prendas lentamente mientras yo me trato de hacer la muy difícil para que vuelva a cogerme otra vez... todavía no consigo descubrir todos sus rincones, y al parecer, nunca vendrá aquel momento. Sólo eso por hoy.”-.
Domingo por la tarde, está lloviendo con brutalidad; nada qué hacer, me acosté a las ocho de la noche, pero no logré conciliar el sueño de inmediato porque una fantasía sexual cruzó mi cabeza, estaba teniendo un sexo espectacular, con un tipo atractivo, no le veía la cara con claridad, pero cuando volteó hacia mí, vi que era él... otra vez. Ya había llegado la noche, me quedé acostada leyendo un libro muy interesante. Tocaron la puerta, no me quise levantar, pero golpearon tanto que me quité los lentes y fui a abrir, era él, venía empapado y muy cansado, como vive bastante lejos del centro lo hice pasar, prendí la estufa, le pasé una camisa de dormir mía -hasta con tenida afeminada me lograba exitar-, le serví un café con bastante azúcar, como a él le gusta. Luego charlamos acerca de los recuerdos de antaño, un poco de literatura, y otro tanto de las nuevas películas que estaban en cartelera. Me dijo que debía irse a su casa, pero llovía tanto que no lo dejé partir, entonces cerró la puerta, me tomó ambas manos, me miró con ternura y me dijo que era la mejor amiga que podía existir en toda la tierra, le sonreí con dulzura y no hice comentario alguno. Decía que iba a dormir en el sillón, pero me pareció incómodo que fuese a dormir en un lugar tan estrecho y frío, entonces unos nervios me carcomieron por dentro y le sugerí que durmiese a mi lado, en mi cama; aceptó con gusto, ambos ya estabamos en pijama así que nos acostamos de inmediato, yo estaba temblando de frío, él se había acomodado mirando hacia el otro lado, pero al sentir un pequeño zumbar entre mis dientes se dio vuelta y me abrazó para cobijarme, me besó en la frente y me dio las buenas noches. No podía creer lo que estaba ocurriendo, lo tenía demasiado apegado a mí, por un momento quise arrojar mis manos hacia abajo para poder tantear su pene de una vez por todas, pero temí a que despertase, me temblaron las manos y mejor resistí las ganas que tenía de tocarlo mientras dormía plácidamente. Mejor cerré los ojos y trate de pensar en otra cosa, se vinieron a mi cabeza imágenes agradables que evoqué, como por ejemplo un arco iris en medio de una pradera verde y fértil. Me logré dormir como un bebé.
Ya en la mañana sonó el despertador, eran las 8 a.m, hora de levantarse para ir a trabajar -una nueva semana laboral; mierda-, él seguía durmiendo, salí de la cama de manera sigilosa para no interrumpir su sueño, entré al baño para darme una ducha con agua tibia, me quité la ropa de a poco para doblarla y dejarla en orden, cuando entré el agua estaba demasiado agradable, muy rápido la cortina plástica se comenzó a empañar y el vapor invadía todo el cuarto de baño. De pronto él abrió la puerta, me sonrojé, y me pidió disculpas por haber entrado sin tocar la puerta antes, no le pude decir nada, me quedé absorta pensando que era el momento de decirle que podía comenzar a tocar mi voluptuoso cuerpo, aunque se disculpó no dio ni un paso hacia atrás, y me quedo mirando de pies a cabeza, mordiéndose los labios mientras se fijaba en mis partes más íntimas, noté como se erectaba su pene tras mi bata blanca, el también notó como mi mirada se dirigía hacia su parte baja. No dijimos absolutamente nada, y se acercó a la ducha, mientras el agua aún mojaba mi cuerpo que ahora también se hallaba húmedo por dentro, me miró de frente, con una risa nerviosa me comentó que mis pezones se veían bastante duros, no le quise decir palabra alguna, entonces llegó el instante de actuar; le quité mi bata con tan sólo un brusco tirón, ahora estaba sólo en ropa interior, se metió en la ducha con decisión, me apretó los brazos con fuerza y besó mi cuello con pasión, siguió bajando y disfruto de mis senos besándolos, luego jugando con su lengua y mis pezones, no podía librarme de la presión que ejercía en mis brazos, pero estaba disfrutando de ser sometida, cuando al fin me soltó, los trozos de piel que había apretado estaban rojos. Hice lo mismo; le besé el pecho, su apretado abdomen, hasta llegar al borde de su ropa interior la cual baje con mis dientas, mientras que con las manos acariciaba sus piernas duras y apetecibles. Él me miraba desde arriba, saboreándose como lo hace con otras, tomo su virtuoso aparato entre sus manos, lo puso en mi boca sin siquiera saber si yo aceptaría complacerlo, lo hice de todas formas, le besé su sexo durante minutos interminables, mientras amasaba mi cabeza llevándola con rapidez para dentro y hacia afuera, hasta que dejo caer su fertilidad entre mis labios cómplices del deseo de explorarlo por cada tramo de carne viva y ardiente. Me puse de pie, me abrazó de tal manera que pego nuestro cuerpos, sintiendo como mi corazón brincaba en su pecho me tomó por la piernas, me levantó, mientras me sostenía de los muslos, no me miró a los ojos, apoyó mi espalda contra la pared, mientras me enredaba a su cuello para no caer, entonces me penetro con brutalidad, ambos gemíamos de placer, realizaba un movimiento con su pelvis que provocaba que el acto se fuese a concretar más rápido, cerré los ojos en el momento que sentí como me desesperaba que acabase pronto, los dos aceleramos nuestro cuerpo a la mayor velocidad posible, y con una fuerte lujuria de por medio, acabamos luego de explorarnos tanto el uno al otro, abandonó mi cuerpo, desatamos nuestra unión carnal, me puso con delicadeza en el piso de la ducha, nuevamente me tomó de los brazos, pero esta vez me volteó, quedé mirando hacia la pared, sentí como se acercaba para penetrarme mientras ponía sus enormes manos en mis muslos, una respiración agitada llegaba a mi cuello, pero de pronto dejé de sentir el aire que estaba respirando él, se alejó, después de unos segundos se volvió a acercar, estaba apegado a mi cuerpo impaciente de un nuevo contacto, pero se apoyo en mi hombro, susurro cosas en mi oído, y al escuchar sus palabras quedé pasmada de tanta impresión, uno gota fría rodó por mi espalda, sin mirar su rostro me di cuenta que era una lágrima, salió de la ducha sin decir más, se puso mi bata, mientras yo aún miraba las baldosas que seguían recibiendo el agua tibia, pasado unos diez minutos sentí el rechinar de la puerta al cerrarse. Las palabras que puso a disposición de mi oído fueron éstas “No debí aprovecharme de que estabas desnuda, de no verte así, jamás habría caído en la tentación, pero eres hermosa, además, la mujer más noble que conozco, tú no eres una perra, como otras, siento una culpabilidad enorme al haberte penetrado con tanta satisfacción, porque... ¿sabes qué?, estoy enamorado de ti desde hace tiempo, leí que Milan Kundera dijo alguna vez “El amor no es querer acostarse con otro, es querer dormir con alguien al lado”, sus palabras me llenaron de sueños. Justamente anoche pude dormir a tu lado, sentir tu ternura e ingenuidad, pero hoy, hace unas horas, rompí mi creencia con respecto al amor, ya no podré verte más, ahora me siento como un cerdo que no sigue sus convicciones, por eso... Adiós, amiga mía, nunca olvidaré este momento tan vil y bajo para lo que yo entendía por amor”.
No volvimos a hablar, a veces, cuando regresaba del trabajo lo divisaba desde lejos, pero el tomaba otro camino y agachaba la mirada, lograba notar como se ruborizaba mientras yo trataba de saludarle. Al fin y al cabo, perdí la obsesión y pude volver a brillar, seducir a otros.

Gracias totales :)...

_.-~*+Existencia.